EL Alma es inmortal: Evidencias científicas

Determinados fenómenos anómalos –OVNIs, apariciones celestiales, contactos con el mundo de los espíritus, etc.– y los últimos descubrimientos en el campo de la física, apuntan hacia una
fascinante posibilidad: que inteligencias procedentes de universos paralelos están interfiriendo en nuestro mundo tridimensional. El universo no es plano (Palmyra, 2012), obra de reciente publicación de la cual resumimos el siguiente reportaje, va incluso más allá, y ofrece evidencias de que todos podemos acceder a esas otras dimensiones, pues nuestra conciencia –o alma– es independiente del cuerpo físico.
El prestigioso físico y conocido divulgador científico Fred Alan Wolf ha dicho y escrito en múltiples ocasiones que es posible burlar el confinamiento espacio-temporal en el que nos encontramos, accediendo a otras dimensiones o universos paralelos. Para ello sólo es necesario «matar» el ego, trascender el yo con el que se identifica cada uno de nosotros. Precisamente, como apunta Wolf, el yoga y otros métodos similares pueden constituir una herramienta para viajar a otras realidades de la existencia.

BUDISTAS EN EL LABORATORIO


Los médicos Andrew Newberg y Eugene D´Aquili desarrollaron en 2001 una investigación científica, con todos los protocolos al uso, gracias a la cual hoy comprendemos mejor el funcionamiento del cerebro durante los estados de meditación profunda. Ambos científicos lograron que varios meditadores budistas y monjas franciscanas participaran en su experimento. En resumen, consistía en que éstos permanecieran largo rato en una habitación, donde rezaban o meditaban. Cuando cualquiera de ellos entraba en un estado profundo de concentración –un estado alterado de conciencia–, tiraba de una cuerda, momento en el que un trazador radiactivo entraba en su brazo izquierdo, en el cual tenía insertado un vial intravenoso. El trazador llegaba inmediatamente a su cerebro, por lo que los científicos podían estudiar durante varias horas la «ruta» del flujo sanguíneo, empleando la llamada tecnología SPECT (acrónimo en inglés de Tomografía Computerizada por Emisión de Fotón Único).

Newberg y D´Aquili esperaban que se activase cierta parte del cerebro de los meditadores, pero sorprendentemente ocurrió todo lo contrario: durante el estado de concentración profunda, determinadas áreas cerebrales de los individuos quedaban inactivas. ¿Y cuáles eran dichas áreas? Sorpresa, sorpresa… Nada menos que aquellas esenciales para nuestra vida en el mundo físico: las regiones del cerebro que permiten que seamos autoconscientes, que separan el yo del «no yo». En otras palabras, las neuronas responsables de nuestra orientación espacial habían dejado de recibir información del exterior, por lo que el meditador experimentaba una sensación de unidad y conexión con «la totalidad», tan típica de los estados expandidos de conciencia. Estamos, pues, ante la demostración científica de que los meditadores budistas y las monjas franciscanas de este experimento habían logrado trascender su yo –tal como diría Fred Alan Wolf–, burlando el espacio-tiempo y accediendo a otras regiones invisibles de la realidad.

El físico David Bohm (1917-1992), padre de la cuántica junto a Albert Einstein (1879-1955) y Werner Heisenberg (1901-1976) y uno de los más grandes físicos de todos los tiempos, fue de los primeros en gritar a los cuatro vientos que la aparente separación entre conciencia y materia era sólo una mera conveniencia humana que nada tenía que ver con la verdad. Según Bohm, lo que nuestros sentidos captan como realidad es simplemente la proyección de una imagen holográfica –caracterizada porque cada parte contiene la imagen en su totalidad–, emitida desde otra matriz o realidad invisible para nuestros sentidos y, por el momento, también para nuestra tecnología…


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